¡¡¡Qué Boldt-udez!!! Clarín con La Nación no puede controlar el muñeco Boudou de su mitomanía(6)-Martín Redrado,comprender quién es

Publicado en por Valano Glamamsotii

 

El ex titular del Banco Central Martín Redrado
cuestionó hoy con dureza al ministro de Economía, Amado Boudou,
"Las declaraciones de Boudou
a la embajada de Estados Unidos, lo muestran tal cual es:
más falso que el dos de oro",escribió Redrado,
quien acompaña la candidatura presidencial de
Eduardo Duhalde,en su cuenta de la red social twitter.
Según el mensaje confidencial, el titular de Hacienda reconoció que
"el gobierno no está en posición de afrontar aspectos controvertidos de sus políticas
económicas, tales como los problemas
asociados con la agencia oficial de estadísticas.


11.03.2012 |
Ya lo dijo el general: “La economía nunca es libre”
 
¿Se entiende por qué el Banco Central se convirtió 
desde su creación hasta hoy -excepto por 
breves períodos- en un bastión del liberalismo
económico argentino que rechazaba cualquier 
injerencia de los gobiernos?
 

Por:
Hernán Brienza

Mayer Amschel Rothschild fue un inefable hombre de negocios y banquero
alemán que se hizo multimillonario especulando en las Bolsas de Frankfurt y
Londres. Y siempre supo del valor que la información tenía para poder enriquecerse.
Cuenta la leyenda que, como tenía en su poder el sistema de comunicación de
Europa a principios del siglo XIX se enteró antes de la victoria inglesa en Waterloo
contra Napoleón Bonaparte y compró miles de acciones en la bolsa
londinense y se sentó a esperar que llegara el resultado de la batalla y la euforia
del mercado elevara las cotizaciones a las
nubes. Ese hombre, un modelo de
empresario para muchos banqueros y
capitalistas, dijo también alguna
vez: “Permítanme emitir y controlar la moneda
de una Nación y no me ocuparé por quién
haga las leyes.” Brillante concepto ¿verdad?
Algo similar debe haber pensado el director
del Banco de Inglaterra en 1935, Sir (¿?
Los ingleses siempre con sus vetustos títulos
de nobleza) Otto Niemeyer, cuando decidió crear
el Banco Central de la Argentina, tras el vergonzoso tratado Roca-Runciman.
Fue el autor del proyecto de creación del BCRA y dejó en su representación
a cuadros técnicos que respondían directamente a sus directivas.
Lo que Niemeyer decía era palabra
santa para los presidentes argentinos en la
primera década de existencia de esa entidad
que,como anhelaba Rothschild, emitía moneda
y permitía “olvidarse” de las leyes.
La autarquía del BCRA –que el Estado no pueda intervenir en sus decisiones, controlar su gestión, o su administración–,

por ejemplo, es hija del proyecto de Niemeyer, quien lo estableció así para,
como dijo alguna vez, poder “evitar cualquier exceso posible por parte del
gobierno argentino”. ¿Por qué? Sencillo, porque impide que un gobierno pueda
disponer libremente de sus recursos aún en situaciones límites como guerras,
crisis internacionales, emergencias económicas o catástrofes naturales.
Un Banco Central es fundamental para la vida

económica de una Nación: emite moneda, regula el crédito bancario, orienta
las actividades comerciales y vigila las entidades crediticias,
recibe depósitos oficiales y privados,
regula la operación de divisas internacionales,
establece el circulante y mantiene reservas de dinero para mantener el valor de
la moneda local. Es la llave de la producción de un país. Quien maneja el Banco
Central, conduce la economía o, por lo menos, permite neutralizar
la acción de un gobierno.

NACIONALIZACIÓN PERONISTA.

Quien lo entendió perfectamente fue, claro,
Juan Domingo Perón, ya que en marzo de
1947 nacionalizó el Banco Central y, por ende, todo el sistema bancario.
De esa manera redireccionó el crédito
hacia el desarrollo económico –
especialmente el crecimiento industrial a
través del Instituto Argentino de Promoción
del Intercambio (IAPI), creado unos meses antes– e impidió que los bancos privados
pudieran operar a su antojo ya que necesitaban la autorización del BCRA, ahora,
en manos argentinas.
Pero como sabemos, la experiencia de

independencia económica peronista duró demasiado poco. Los violentos demócratas de
siempre tras asesinar cientos de personas en la Plaza de Mayo, llevaron adelante en septiembre de 1955 el golpe de Estado que intentó retrotraer a la
Argentina al país del sistema semicolonial británico. Lo anunció Arturo
Jauretche en su texto El Plan Prebisch o
el retorno al coloniaje y no se equivocaba:
de inmediato, la dictadura militar “Libertadora” ingresó –por decreto o bando– al Fondo Monetario Internacional, abrió el brutal
proceso de deuda externa que encadenó
a generaciones de argentinos y, obviamente,
derogó la Ley 12.962, que había nacionalizado el BCRA y el sistema bancario,
y se ajustó a las normas del Banco de Pagos Internacionales de Basilea
(Bank for International Settlements, BIS), con sede en esa ciudad suiza.
Un sólo dato enriquece esta teoría de la continuidad de políticas pro británicas: Raúl
Prebisch había sido el gerente general del
BCRA en 1935, acompañando a su fundador Ernesto Bosch.
Creado en 1930, el BIS reunió durante

décadas a los principales bancos centrales de Europa para controlar el
intercambio de divisas y manejar a los bancos centrales de los demás países.
Intervinieron en su creación el Banco de Inglaterra y la banca alemana y luego,
tras la Segunda Guerra Mundial, sufrió la incontinente influencia de la banca
estadounidense. Momento oscuro de
esta entidad bancaria fue la supuesta complicidad
en el lavado de capitales expropiados a judíos durante las ocupaciones
nazis entre 1938 y 1945. Estaba claro, el capital financiero internacional
volvía a tallar en la economía interna argentina. Y el Banco Central pasó a formar parte del esquema financiero ideado por los organismos
internacionales como el FMI y el Banco Mundial.
El otro mojón importante respecto de la historia del BCRA fue la sanción de la
Ley (¿decreto? ¿bando militar?) de Entidades

Financieras, impuesta por el terrorífico ministro de economía de la última
dictadura militar, José Alfredo Martínez de Hoz. El historiador Mario
Rappoport en su imprescindible Historia Económica, política y social de la Argentina
explica de que manera la liberalización del mercado financiero y
la disminución de la participación del Estado “modificó drásticamente las
condiciones de rentabilidad de los distintos sectores económicos, afectando en forma
negativa a las actividades productivas, incentivando la valorización especulativa
y produciendo la hipertrofia del sector”. La ley financiera limpiaba los últimos
impedimentos para que el capital financiero pudiera entrar y salir libremente
del país.
La última gran etapa en esta historia es la

Ley de Convertibilidad y la reforma de la Carta Orgánica del BCRA que convertían
a la entidad en poco más que un gendarme del tipo cambiario y fortalecía
la independencia respecto del gobierno nacional. ¿Se entiende por qué el Banco
Central se convirtió desde su creación hasta hoy –excepto por breves períodos–
en un bastión del liberalismo económico argentino que rechazaba cualquier injerencia
de los gobiernos? ¿Se comprende, entonces, por qué en enero de 2010
Martín Redrado se atrincheró en su despacho para no permitir que el Estado Nacional pudiera utilizar las reservas para pagar deuda externa?
¿Qué intereses estaba defendiendo Redrado en aquel momento? ¿Los del Estado? ¿Los del Banco Central?
¿Los de los organismos de crédito internacionales?

¿QUIÉN ES QUIÉN?
Cuando la actual titular del BCRA,
Mercedes Marcó del Pont,
relató la anécdota de la advertencia de Redrado durante
el conflicto fue muy sugerente.
El nunca muy claro novio de Luli
Salazar, le previno:
“Vos no sabés con quién te estás
metiendo…” Pero ¿quién es
ese quién? ¿El propio Redrado o el capitalismo financiero internacional
que sostiene la autarquía
del Banco Central?
No es difícil responder esa pregunta.

Si uno repasa la historia, comienza a quedar más claro quién es ese “quien”.
El padre de la Convertibilidad, Domingo Cavallo, fue presidente del BCRA en 1982,
justo cuando la dictadura militar decidió hipotecar el futuro de todos los
argentinos nacionalizando la deuda externa que unos pocos privados habían
contraído en el sector externo. Obviamente, esa fue la nacionalización
–bueno, la de la compañía de luz Italo-Argentina, también– que más daño le
produjo al país en toda la historia económica de nuestro país y que favoreció
a los organismos internacionales de crédito que, de la noche a la mañana,
se vieron favorecidos porque el Estado argentino los protegía de posibles quiebras
de empresarios endeudados. No es casualidad, tampoco, que fuera el propio
Cavallo el que impusiera la Convertibilidad y la sostuviera con un
multimillonario endeudamiento externo. Para que quede claro: la estatización de
la deuda privada costó al trabajador común, al docente, al kiosquero 14 mil millones de dólares. La Convertibilidad le costó al menos 100 mil millones de dólares
a ese mismo ciudadano (la deuda pasó de U$S 65 mil millones a 190 mil millones en 2001 sin contar claro el dinero ingresado por las privatizaciones).
Cavallo niega haber sido el responsable de la estatización en 1982 y
aduce haber renunciado antes justamente por oponerse a esa medida, así que vamos a darle la razón y sólo acreditarle los 100 mil millones de dólares
que nos costó su criaturita económica.
Otro presidente del BCRA muy conocido

fue José Luis Machinea, luego ministro de Economía del gobierno de la Alianza.
Fue idea suya el sistema conocido como el de licitación de divisas implantado
para la compra y venta de dólares. Consistía en que los bancos debían
hacer sus ofertas al Central para obtener dólares al día siguiente. Obviamente,
la información se filtraba a los amigos y un grupo de banqueros ligados al radicalismo
se beneficiaron de forma escandalosa con ese mecanismo;
entre ellos Fernando de Santibáñez,
jefe de la Side delarruista,
y otros bancos ligados a la por entonces Coordinadora en los que todas las tardes se descorchaba champagne porque ya tenían garantizada las millonarias ganancias del día siguiente.
Machinea, claro, oficializó la transferencia de la deuda privada
al sistema público rubricando con su firma los pagarés de las empresas cuyas
deudas había estatizado la dictadura.
Cabe recordar, también, que en 2001,
como ministro de Economía, fue el
responsable del ajuste del 15% de los
salarios y jubilaciones a los empleados del
Estado.
Durante los años del menemismo, y la

gestión de Cavallo en Economía, el presidente del BCRA no fue otro que
Roque Fernández, un economista ultraliberal, heredero de la tradición
monetarista de los Chicago boys inaugurada por Martínez de Hoz en los ’70.
Trabajó para el Banco Mundial y el FMI, lo que obliga a preguntar con inocencia
si no debería prohibirse que un economista pueda atender en ambos lados
de la ventanilla o del mostrador. ¿Existe doble fidelidad en estos supuestos
técnicos que trabajan para la banca financiera internacional y los Estados
nacionales endeudados?
Mario Bléjer, por ejemplo, quién

fue presidente del Central en 2002, bajo el gobierno de Eduardo Duhalde,
también fue funcionario del FMI, y
cuando dejó su cargo en el Banco se fue a
trabajar al Banco de Inglaterra –el mismo que fundó el BCRA en 1935– como Director del Centro
de Estudios.
Por último, el siempre prolijo Adolfo Prat Gay, supuesto economista progre de la Coalición Cívica, quien fue presidente del BCRA durante el gobierno de Néstor Kirchner, cumplió funciones en la Banca J.P. Morgan, uno de las entidades financieras inglesas que se encargaron de rediseñar la deuda externa argentina.
Teniendo en cuenta quiénes fueron los

presidentes del BCRA de las últimas décadas –más allá de la idoneidad en la
materia que otorga trabajar para entidades internacionales– queda un
poco más claro quién es ese quién
de la frase que Redrado le arrojó a Marcó del Pont.
¿Se trata del propio Redrado?
¿O del capitalismo financiero que tiene atrapado al
BCRA desde 1935?

REFORMA TRASCENDENTE. Es por estas cosas

que la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central y la derogación de la Ley de Convertibilidad es el golpe más profundo que se le ha dado al modelo neoliberal de los años noventa de los último tiempos. Pero considero que no
ha sido –debido a las dificultades técnicas que conlleva–
lo suficientemente bien comunicado.
Muchos seguidores del kirchnerismo no han
tomado verdadera conciencia del cambio
económico, en términos de perspectiva
histórica, que significan las leyes que se están tratando en el Congreso.
Es posible que no se trate de la
nacionalización de la banca como piden muchos peronistas que
tienen en su marco ideológico el sistema implantado por Perón en 1947. Pero se trata,
sin dudas, de la reforma más importante, en términos de medidas nacionales y populares respecto del sistema financiero, desde 1955 hasta la fecha.
La presidenta lo explicó en su discurso del

1 de marzo. Pero me parece que no fue del todo escuchado:
“El rol de los Bancos Centrales fue siempre
financiar a los gobiernos. El Banco Central de Inglaterra
que fue creado en el siglo XVII ¿adivinen para qué fue creado, para financiar
qué, a los pobres, a los nobles, a la reina? No, a los conflictos bélicos, así fue
fundado el Banco Central de Inglaterra en el siglo XVII y todos los Bancos
Centrales en general tienen una historia de fuerte intervención de la economía,
dirección del crédito y no solamente cuidar la estabilidad de la moneda,
que es una de sus funciones principales pero que no puede ser la única.
Precisamente esta fue la historia de la República Argentina hasta el año 1992.
En el año 1992 se produjo la reforma orgánica del Banco Central, se suprimieron
todas las funciones que tenía de orientación de crédito, de decidir
si el crédito podía ir al consumo, al crédito a largo plazo, la posibilidad de dar
adelantos para tal o cual línea de créditos o para tal o cual producción donde
el Estado privilegiara tal o cual actividad. Se lo inmovilizó, se lo invisibilizó.
Claro, todo ese poder fue a parar a algún lado, porque cuando el poder
se saca de un lado no es que se difumina o se evapora, eso es el vapor.
El poder fue a parar a las entidades financieras, a los bancos. Por eso pasó lo que
pasó no solamente en la República Argentina, sino en el mundo entero.
Lo financiero por sobre lo productivo es producto de esto que se llamó en un momento
Consenso de Wa-shington y que hoy están dando marcha atrás varios países”.
La autarquía del BCRA fue uno de los grandes

logros del liberalismo argentino. Fue una batalla cultural importante que
ganaron gracias al oscurantismo con que siempre se manejan los economistas y
porque durante muchos años un sector importante de la sociedad argentina creyó
en la libertad de los mercados. No es que no lo supieran. Lo habíamos olvidado.
Perón ya lo había dicho: “La economía y el libre mercado son sólo afirmaciones
para el consumo de los tontos e ignorantes. La economía nunca es libre,
o la controla el Estado en beneficio del pueblo, o la controlan las grandes
corporaciones en perjuicio de este”.


Martín Redrado cursó estudios primarios y secundarios en el
Colegio Jesús en el Huerto de los Olivos. En la Universidad de Buenos Aires se recibió de licenciado en Economía. Realizó posgrados en la Universidad Harvard donde obtuvo un máster
en Administración Pública, se especializó en finanzas y economía
internacional. Se hizo conocer al
público argentino a través de
Bernardo Neustadt,
mentor del joven -así se lo llamó-
"Golden Boy".
El 24 de septiembre de 2004, asumió como presidente del Banco Central de la República Argentina, designado por el presidente
Néstor Kirchner.
Fue destituido de su cargo por la presidenta
Cristina Fernández de Kirchner el 7 de enero
de 2010; no obstante presentó la renuncia al cargo el 29 de enero.
Finalmente el 3 de febrero de 2010 su destitución es confirmada por una comisión bicameral del Congreso.
fue denunciado por "incumplimiento de los deberes de funcionario público y mala conducta"; ante el juzgado federal número 5, a cargo del juez Norberto Oyarbide, con la firma del
procurador general del Tesoro, el ex juez Osvaldo
Guglielmino.
En 2002, la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas
solicitó que Redrado sea citado a declaración indagatoria en una causa
donde está acusado de malversación de caudales públicos. La causa que ahora está
a cargo del juez federal Rodolfo Canicoba Corral está caratulada “Pérez Redrado,
Hernán Martín sobre malversación de caudales públicos”
y lleva el número 3418 del año 2002.
La Justicia lo investiga por sobresueldos de 46 mil pesos cuando dirigía
la Comisión Nacional de Valores en los ’90.

Continúa…

Elaborado por Galaxia Teletransportadora.

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